Podría escribir un libro acerca del viaje a Asia, pero lo resumo en que con solo un par de chancletas, una maleta de mano y en fachas pasé uno de los meses más felices de mi vida. Vi elefantes y tortugas enormes, anduve en moto, dos monjes me pusieron pulseras en la mano como bendición (aún tengo una), celebré el año chino en Vietnam, dormí en una cabina flotante, viajé en tuk tuk, tren, ferry, bote, carreta de caballos y lo más increíble todo no planeé (siendo una control freak)Estando allá me di cuenta que yo lo único que quería era una trabajo que me hiciera feliz, sé que suena un poco hippie pero había olvidado lo que era sonreír todo el día y tener ese sentimiento de gratitud con las cosas más sencillas.
Volví a CR como nueva y empecé a buscar trabajo guiada por ese objetivo principal con el que calzaban solo el 15% de puestos disponibles. En las entrevistas de los trabajos que me gustaban no me contrataban, me dieron un par de puestos que rechacé porque no iba a ser feliz (como si la plata me sobrara en ese momento) no entendía porqué todas las puertas se cerraban, pero yo no podía dar un paso atrás, el viaje no había sido en vano.
Decidí que mientras iba a entrevistas y enviaba currículos, invertiría el tiempo en hacer crecer mi blog y meterle un poco más de amor. Una cosa llevó a la otra y cuando me di cuenta estaba exponiendo en el Social Media Day de la Ulatina acerca de cómo construir un personaje en redes sociales, frente a 300 personas, en el auditorio que algún vez me gradué.
Además empecé a asesorar a algunas marcas pequeñas para no aburrirme, a participar en iniciativas como la campaña “Chao plástico desechable” de Mar viva, a ir eventos divertidos adónde conocía mucha gente y toqué las puertas de Combai para empezar a dar charlas porque vi que eso se me daba bien.
Empecé a hacer sorteos en el blog con marcas de emprendedores que me acercaban y salieron otras asesorías en marketing digital, un día me di cuenta que ya no estaba mandado currículos y oficialmente había dejado de buscar trabajo hace rato porque estaba muy ocupada desempeñando el puesto de mis sueños. Sin saber lo que hacía, me registré en Hacienda, saqué facturas y empecé a tomármelo enserio.
Cada colón que entraba en mi cuenta era una emoción total porque lo generó mi propio negocio. Suena a cuento de hadas pero realmente como en todo hubo meses increíbles, hubo otros tan malos en los que hasta dejé de creer en mi proyecto. Es una montaña rusa esto de emprender, un camino de rosas pero con muchas espinas.
En un año me hicieron un reportaje en 7 Estrellas, escribí para Estilo Ejecutivo y Hola, aparecí en Radio Pymes y en 94.7, fui expositora en Expomujer Emprende y Expoempleo, abrí mis cursos de marca personal y blogging, di varias charlas y talleres y vengo llegando de trabajar en Panamá un mes al ser subcontratada por una consultora. Si me buscan en google, ya no sale solo mi facebook.
Lo más importante de todo ha sido asesorar a decenas de personas con sus marcas y proyectos (entre ellas a Tía Florita), fui y sigo siendo parte de sus sueños y ellos sin saberlo del mío.
Muchos emprendedores ahora rechazan la vida corporativa, para mi siempre es una posibilidad volver ya que parte de mi felicidad es que sea sostenible y rentable, con el trabajo independiente el futuro es un misterio.
Decidí mudarme a la playa donde siempre había querido vivir y alternarla con San José adonde doy mis cursos, atiendo a mis clientes y hago negocios. Encontré mi vida soñada no porque me hice millonaria, sino porque aprendí a vivir con menos guiada por el objetivo de ser feliz y cada mensaje de aprecio por mi trabajo y agradecimiento de mis clientes me hacen despertarme motivada. Ahora para mí es vital inspirar.
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