El otro día me puse a ver “Eat, pray, love”. Normalmente no sería mi tipo de película, pero tuvo sus escenas que admito me llegaron.
Para los que no la vieron todavía, el tema central, además de la típica historia romántica cliché, es esa inquietud que aparece en algún momento de la vida de que uno no está haciendo lo que le gusta y la consecuente exploración personal de la felicidad y el sentido de la vida (¡me inspiré!).
Se estarán preguntando: “¿qué tiene que ver todo este pedo mental de Julia Roberts en esta historia conmigo?”. Mi respuesta es TODO.
Uno de los momentos que más disfruté fue cuando Julia se da cuenta que está harta de su rutina y manda todo al carajo y se va a lugares recónditos con paisajes chivísimas sin pensarlo dos veces.
Cuando analicé mi vida y la de la mayoría de gente que me rodea, me di cuenta de cómo nos cuesta irnos al carajo. Pasamos de un trabajo a otro en cuestión de días sin darnos ni un respiro y eso lo vemos bien, pero cuando se trata de pensar en nuestra paz mental, en aventurarnos a darnos un espacio y hacer algo diferente, vienen los cuestionamientos.
La culpa y otras cosas raras que nos metemos en la cabeza son siempre nuestra excusa para seguir indefinidamente en esta esclavitud voluntaria.
Este año he tenido la oportunidad de conocer personas que trabajan en un bote viajando por el mundo, que un día agarraron sus ahorros y salieron a disfrutarlos o que simplemente necesitaban una pausa.
Me parece que es todo un arte identificar el momento indicado, la cantidad de tiempo, el lugar y la mejor manera de irse al carajo. Por supuesto requiere de días y de plata, pero uno bien se puede ir a internar en los bosques de Monteverde o irse a ver canguros a Australia y disfrutar igual. Todo depende de las posibilidades.
Lógicamente, es importante no ser irresponsable, porque si usted tiene hijos no los va a dejar botados, pero tal vez sí pueda irse por una semana y desconectarse.
Es muy triste llegar a perder la capacidad de sorprendernos. Además, siempre pienso que cuando seamos viejitos gran parte de los momentos que vamos a recordar son esos en los que vimos, comimos o conocimos lugares, cosas y personas memorables.
A pesar de que pocos pueden darse el lujo de no trabajar y vivir haciendo esto permanentemente, creo que deberíamos luchar por al menos una vez en la vida tener la experiencia de perdernos, de conocernos, de irnos al carajo sin que nos importe nada. Ya después volveremos a nuestra rutina pero con una sonrisa al recuperar nuestra esencia. Lo fundamental es recordar de qué estamos hechos y ser conscientes de lo que somos capaces.
!Vamonos!
Me gusto mucho lo q escribiste Rebe y es totalmente cierto! Ayer estaba hablando con mi pareja de eso, que
Necesito bajarme del bus y hacer una pausa, porque ya no se lo q estoy haciendo ni para q, ni el pq. Me dijo q era como si estuviera montada en la periférica dando vueltas y vueltas. Hace un mes decidí bajarme del bus y por dicha ya la próxima semana estoy afuera para buscar mi esencia pq la perdí hace bastante tiempo!
Felicidades, esta muy bonito el artículo, fue como anillo al dedo para mi!
Saludos!
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Hola nathi mil gracias por tu comentario y eso fue lo que me motivó cuando uno solo pierde la noción de todo y hay algo de repente q te hace reaccionar y buscás un cambio, mucha suerte en tu búsqueda!!
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Como el hueso al cuerpo humano, y el eje a una rueda, y el ala a un pájaro, y el aire al ala, así es la libertad la esencia de la vida. Cuanto sin ella se hace es imperfecto. (José Martí))
Querida Rebe, solo experimentando la vida cuando ésta nos reclama saborearemos la libertad en su más íntima esencia. Muy buen escrito! Hay que atender el llamado…Adri.
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Muchas gracias Adri 😀
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