Un día después de trabajar como cualquier otro, iba de vuelta y tenía que agarrar un taxi porque andaba sin carro, me monté en el primero que pasó y pensé que ya en 15 minutos iba a estar en mi casa.
Avanzamos como 2 kilómetros y nos fuimos encontrando con una clase de presa de esas que no se mueven, por lo que empezamos a hablar de temas generales ya que la cosa iba para rato: política, actualidad… Hasta que tiró la típica indirecta de: “fijo su novio la debe estar esperando”.
Yo de bruta le dije que no tenía, una cosa llevó a la otra hasta que me contó que hace años había decidido probar cosas diferentes y ahora formaba parte del poco conocido mundo de los swingers.
¿Cómo un taxista le termina contando a uno que es swinger?
Aún no lo sé. Lejos de asustarme, querer tirarme en la próxima esquina o nada más fingir que no había oído bien, me maravillé al pensar que tenía la oportunidad de preguntarle todo sobre el tema durante el tiempo que durara la presa.
En menos de un minuto ya estaba en el papel de entrevistadora y empecé a bombardearlo con mil preguntas; ¿entonces usted tiene novia? ¿no le dan celos verla con otros? ¿pero cómo funciona? ¿adónde conoce uno a otra gente swinger? En general ¿cómo se come eso?
Empezó a contestar mis preguntas una a una con la tranquilidad como si fuéramos hablando del clima. Según lo que me decía, el primer paso era hacerse miembro de un club swinger, el único requisito era una entrevista cara a cara y luego de eso le decían a uno si estaba adentro. En este club habían personas de todas las clases sociales, incluso “famosos que usted nunca se imaginaría” me decía el.
El club cada semana ofrecía varias actividades como la noche de parejas en la que ellos escogían a otra pareja y empezaban a conocerse los cuatro, esperando que la noche evolucionara y terminaran en otro lugar o definieran una próxima salida.
También estaba la noche de parejas y hombres solos o la noche de parejas y mujeres solas.
Su taxi era un gran activo por el anonimato que les daba a las otras parejas no tener que viajar en su propio vehículo cuando salían los cuatro y mientras el me contaba esto, yo no quería que los pensamientos acerca de todo lo que ha pasado en el sillón en el que estaba sentada me distrajeran de la conversación.
En cuanto a la noche de parejas y hombres solteros, su novia escogía a la presa, acto seguido el lo invitaba a un trago para que el coqueteo entre su pareja y el desconocido avanzara al punto que ella lo dejara, incluso habían como unos cuartos sin paredes con camas donde podían ir un poco más allá a la vista y paciencia de todos.
Por más extraño que a uno le pueda parecer su filosofía, es que todas estas experiencias mantienen su relación viva y le huyen a la monotonía, me contaba cómo cada noche luego del club hacían casi una película mental en la que revivían lo que habían visto y hecho, para aumentar su deseo del uno por el otro. Muy orgulloso me decía; “yo nunca me hubiera podido ligar a las mujeres que me ligo ahora”.
Lejos de juzgar o aprobar me dediqué a tratar de entender. Mi viaje terminó y antes de bajarme me dio un volante del club, amablemente ofreció llevarme a conocer un día que ellos fueran y yo solo le devolví una sonrisa pensando… ¡ni loca!
Imagen por Karol Vindas