A pesar de que la vida misma trata de enseñarnos cada día lo frágil y esporádica que puede ser, no bastan los periódicos, los noticieros, las muertes de seres queridos de nuestros amigos o de nuestros propios familiares lejanos (la tía abuela de mi mamá que nunca conocí) para hacernos conscientes.
Incluso cuando enfrentamos la muerte de alguien cercano de la manera más dura y cruel seguimos repitiéndonos a nosotros “no puedo creerlo”, «no puede ser», esperando que sea un error del universo y todo se vaya a revertir cuando nos levantemos al día siguiente y por arte de magia lo abracemos nuevamente.
Es ahí también que nos damos cuenta que a pesar de que creemos que nuestra mente está un poco oxidada porque no se acuerda de cada río y cordillera de este país (que aprendimos durante años en estudios sociales), empiezan a salir descontroladamente recuerdos de todas las frases y conversaciones exactas que se tuvieron con la persona ausente. Incluso hasta las texturas, colores y sentimientos de cada uno de esos momentos que parecen quedar archivados en una carpeta con su nombre.
Desgraciadamente la semana pasada, esa funesta bomba a la que siempre todos huimos me explotó en la cara sin previo aviso. Por cosas del destino, me tocó compartir las páginas del libro de alguien sin saber que serían las últimas de su vida. Tal vez no fueron las más importantes, pero sí las finales con la responsabilidad que esto representa.
Bastó solo una llamada y automáticamente empecé a vivir lo que sería hasta ahora la semana más rara y triste de mi vida; todos esos proyectos y cambios que venía preparando empezaron a derrumbarse ante mis ojos porque ya nada parecía tener sentido. ¿Qué comer o cómo vestirme? !Qué me importa! ante semejante tragedia y menos saber qué podía esperar ahora de la vida si mañana yo podría ser la siguiente. Todo me parecía inútil.
Me atormentaba saber los sueños que esa persona nunca pudo cumplir, las cosas que le encantaba hacer que ya no haría más, las personas a las que saludaba en los lugares que frecuentaba que hoy seguro se preguntan porqué no volvió. Incluso la camisa que dejó sin estrenar que había comprado la semana anterior o el helado que guardó para después en el congelador.
Ha sido y sigue siendo una especie de cumpleaños bizarro (irónicamente cumplo en unas semanas) en el que todo el mundo me llama, me quiere ver, me traen cosas y me apoyan. Gracias a todos mis ángeles de la tierra que recogen cada uno de mis pedazos y tratan de pegarlos lo más cercano a cómo estaban, esa energía positiva ha logrado mover un poco la balanza.
También encontré corazones muy lindos a los que no conocía o de los que no esperaba nada y me ha sorprendido la sensibilidad que tienen ante mi dolor y sus ganas de darme ánimo, no dejan de sorprenderme.
Como todo en esta vida, desgraciadamente me encontré un par de corazones tan oscuros que trataron llevarme más al fondo… ¿Cómo si hiciera falta? En fin, nada más cierto que de todo hay en la viña del señor.
Después de litros de lágrimas, un hueco en el estómago que ya va por cráter, dolor de corazón, noches en vela, noches “enpastillada”, libros sanadores, miles de consejos, agua y gelatina como alimento básico, berrinches, horas sentada en el piso viendo al infinito y una impotencia desesperante, he logrado entender que:
Nada nunca volverá a ser igual
Y esto se traduce en que todos esos momentos vividos no volverán a repetirse, que la persona física se fue y se quedó solo en los recuerdos de quienes la conocieron, que cualquier sentimiento de amor, odio, desilusión, cariño, tristeza hacia esa persona es muy tarde para expresarlo.
Después de una pérdida como esta a cada uno le llegará el momento de decidir cuándo ha sido suficiente y puede dar ese paso adelante (a pesar de que en mi caso confieso que en el fondo preferiría quedarme metida en mis cobijas) de salir a la calle, de comer rico, de estrenar la ropa nueva que ha esperado dos meses en el armario una ocasión especial.
Al final creo que se trata de vivir la vida con las cosas que lo hagan feliz o que más se acerquen a esto. De saber que si seguimos aquí es por una razón y es nuestra elección cómo aprovecharlo. De cansarse de repetirle a sus seres queridos cuanto los ama y lo más importante de perdonar a esa gente que ayer creía odiar pero que hoy el dolor le aconseja que no vale la pena.
R.I.P MCV
Me llega este post, porque yo hace casi 12 annos perdi a mi papa, tambien sin esperarlo, y el mismo dia a mi abuelito.
Y no creas, aun cuando se haya perdido a alguien tan querido uno a veces todavia se deja llevar por tonterias, rencores, quejaderas o se olvida de la fragilidad de la vida. Que al final lo que importa no es si gano mas plata, si me pude comprar tal o cual cosa, si no estoy ejerciendo la profesion lo que queria en la vida…al final lo que uno se lleva son los recuerdos y el amor de la gente a la que uno toco en la vida. Solo eso. Aun habiendo perdido a alguien, el hp sistema quiere tentarlo a uno a no acordarse de lo que es verdaderamente esencial.
De todas maneras, y como vos decis, nada vuelve a ser igual. Absolutamente nada. Para bien y para mal tambien. Y la herida nunca se cierra, simplemente se aprende a vivir con ella.
No te conozco, pero te mando un abrazo y toda la buena vibra para ir saliendo del huequito. Un huequito en el que solo quienes hemos perdido a seres muy queridos sabemos que no se sale de la noche a la manana.
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Hola tu comentario es increíble grax x leerme pero sobretodo por entenderme, yo soy nueva en este proceso pero gente como vos aunque no te conozca me hacen ver un poquito de luz estos dias de tormenta, gracias de nuevo
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La partida de un ser querido es algo que te marca para toda tu vida! Nada fácil es continuar… un montón de sentimientos encontrados…. pero al final lo más importante es vivir con los recuerdos … eso hace que vivan por siempre en nuestros corazones!!! El bastón de mi diario vivir es la unión a padre celestial!
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Mil gracias Ileana por esas palabras de aliento que me dedicás aún sin conocerme que las hace más valiosas, saludos
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