Uno de los mejores consejos que me han dado mis tías ha sido “los ‘nadaqueveres’ no pueden equivocarse”. Una frase muy dura pero con el paso de los años compruebo que es totalmente cierta.
Un ‘nadaquever’ es un individuo que la pulsea sin mucho éxito pero que en un momento de debilidad, desesperación, despecho o puro aburrimiento de su presa (que en algún momento parecía inaccesible) se gana un chance solo por el simple hecho de estar ahí.
Es por esto, que el pobre no tiene derecho a equivocarse, porque cualquier paso en falso romperá el hechizo y volverá a convertirse en lo que es: un ‘nadaquever’.
Ellos no son un grupo específico. Es un término con el que podrían calificarlo a uno en cualquier momento si no cumple con los requisitos de otra persona. Es un concepto totalmente subjetivo; personas que alguien desechó fueron el amor de la vida de otra persona y así sucesivamente. Me atrevería a apostar que todos hemos sido los ‘nadaqueveres’ de alguien en algún momento.
Pero si ya llevaban territorio algo ganado, ¿cómo es que fallan?
La lujuria: cuando simplemente de la emoción que le dieron pelota no puede quitarle las manos de encima a la otra persona todo el día o diciéndolo de una manera más sencilla; por pega.
La gula: los que creen que una vez que pescaron pueden sacar su peor lado y volver a meterse borracheras o comer como si llevaran cuatro meses en una isla desierta. Amigo acuérdese que fue por un momento de debilidad, no abuse de tapis ni glotón.
La avaricia: los que se la creen por haber medio podido con una, ya empiezan a hacerle números a otras y siempre quieren más, o sea por buchón.
La pereza: así que pasó pedaleando durante meses o incluso años, apenas le dan pelota empieza a tirar la toalla y cada vez esforzarse menos. No se equivoque, su peor pecado puede ser jugar de vivo.
La ira: cuando ya está ligando empieza a acordarse todas las veces que fue rechazado por su actual pareja o alguna otra que nunca lo peló y eso hace que siempre ande a la defensiva y se vuelva insoportable. Por chichoso y resentido va pa’ fuera.
La envidia: a pesar de que se ven seguros y parece haber recuperado su dignidad una vez que le dijeron que sí, en el fondo siguen sintiendo que cualquier otro es mejor. Se cae por picado.
La soberbia: ¿en qué momento le hicieron creérsela?, ahora nadie lo hace bajarse de esa nube y de un cinco cree que se redondeó a un diez. Error de principiante, peca por subido.
Sin embargo, al final de cuentas el peor pecado de los ‘nadaqueveres’ es ser malagradecidos y terminar demostrándole al mundo, una vez más, que no nada son más que eso.