Los años de experiencia en salidas, baile pegado, shots y otros oficios de la calle, además de regalar deficiencias en el hígado, varios lagunazos y una caída en el estado de cuenta, van desarrollando lo que popularmente se llama colmillo.
De manera elegante este colmillo, se puede definir como la capacidad de anticipar algunos hechos o ver las situaciones desde otra perspectiva (suena casi como un término del mismísimo Diccionario de la Real Academia)
Toda esta introducción la hago ya que es importante conocer que los orígenes de esta teoría se fundamentan en años de observación.
Para nadie es un secreto que hay abrazos de abrazos; con esto me refiero a que hay abrazos en los que no pasa nada, otros que son lindos y algunos que a uno hasta se le caen los calzones.
Sin embargo, más allá de los factores obvios como la atracción que genere una persona, el momento o el lugar, siempre dejamos de lado la señal más clara: la yema de los dedos, definitivamente un componente intrínseco de deseo.
¡Claro, ahí está el secreto! Porque, a pesar de que el abrazo siempre empieza como un gesto inocente, son las yemas las que nos delatan al presionar inconscientemente la extremidad o parte del cuerpo del abrazado en cuestión. Así o más cantado.
Así que a partir de ahora fíjense en los abrazos que dan y que reciben para que comprueben la teoría y no esperen a que sea un anuncio argentino el que les diga: “tu amigo… te tiene ganas”.
Imagen por Karol Vindas