El plan de no planear


Debo confesar que así como algunas veces puedo ser espontánea y no me importan muchos detalles de un viaje o paseo, siempre he necesitado saber mínimo la fecha y hora en que llego y el lugar en el que me voy a quedar.

Las actividades, comidas y otras cosas que uno puede hacer se van dando de a poco, aunque siempre hay una estrategia.
Hasta aquí todo suena muy lógico y divino; sin embargo, son innumerables las veces en las que uno quiere quedarse más en un lugar, que llega a una ciudad en la que hace demasiado frío, a una playa en la que está lloviendo o que conoce a un grupo de gente con los que le gustaría seguir viajando pero ya es muy tarde (admitan que les ha pasado).

En mi actual viaje por Tailandia, me propuse soltar el control de todo y entregarme a la adrenalina del «no planear”, a tal punto que ni siquiera quería reservar mi vuelo de vuelta antes de irme; no obstante, una visa me lo exigía.

Si bien admito que reservé un tour para la primera semana (soy una primeriza con esto, paciencia) tenía varias semanas más en las que no sabía qué iba a hacer.

Los primeros días después del tour fueron angustiantes, pero empecé a disfrutar tanto agarrar un mapa para ver adónde quería ir, pararme frente a una ventanilla de taxis-botes a decidir ese día cuál isla quería conocer y a jugar con los apps de vuelos para ver adónde era más fácil y barato ir.

Casi tan emocionante como reservar los hoteles el mismo día un poco antes del check-in y, por supuesto, con dos noches como máximo, por si llegaba a cambiar de planes o por si quería mudarme a otro con mejor ubicación.

No voy a mentir, también tiene sus puntos malos. A veces los precios son más caros por esperar. He perdido plata en tiquetes de aviones por querer hacer algo más y tiempo investigando frente al celular cada vez que se me ocurre una nueva aventura.

Y lo peor que me pasó fue que al no sacar una visa en Costa Rica porque creí que que no iba a visitar ese país que me la solicitaba, tuve que hacerlo durante el viaje Se dejaron tres días mi pasaporte en los que me quedé varada en una ciudad en la que ya había visto lo que me interesaba.

Además el día que fui a recogerlo, a pesar de que por teléfono me dijeron que no necesitaba el recibo para que me lo dieran, cuando llegué resultó que si y lo había dejado a una hora de distancia. Me puse a llorar del estrés y la frustración, porque tenía el tiempo exacto para tomar mi vuelo.

Terminé yendo a la estación de policía a denunciar la pérdida y cuando entré con cara de payaso todos me veían como si me hubiesen violado. Con el acta del oficial los “&@&€&&” de ese consulado, finalmente me lo entregaron.

No planear y que las cosas salgan bien es más difícil de lo que parece, pero les puedo garantizar que si uno quiere perseguir el buen clima, conocer lugares que solo los locales recomiendan, compartir más con la gente que uno conoce en el camino y en general dejar que la vida lo sorprenda, vale mil la pena.

3 respuestas para “El plan de no planear”

      1. Que cool!! Te va a encantar.. Quién sabe cómo estará y que hará.. Sé que en los años después que estuve, se desarrolló muchísimo. Cuánto tiempo vas a estar?

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